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Audiencia

9/17/2015

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Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Esta es nuestra reflexión conclusiva sobre el tema del matrimonio y de la familia. Estamos en la víspera de eventos bellos y desafiantes, que están directamente unidos a este gran tema: el Encuentro Mundial de las Familias en Filadelfia y el Sínodo de los Obispos aquí en Roma. Ambos tienen importancia mundial, que corresponde a la dimensión universal del cristianismo, pero también al alcance universal de esta comunidad humana fundamental e insustituible que es precisamente la familia.

La transición actual de la civilización aparece marcada por los efectos a largo plazo de una sociedad administrada por la tecnocracia económica. La subordinación de la ética a la lógica del beneficio dispone de recursos sustanciales y de apoyo mediático enorme. En este escenario, una nueva alianza del hombre y de la mujer se convierte, no solo en necesaria, sino también en estratégica para que los pueblos puedan emanciparse de la colonización del dinero. ¡Esta alianza debe volver a orientar la política, la economía y la convivencia civil! Ésta decide la habitabilidad de la tierra, la transmisión del sentimiento de la vida, los lazos de la memoria y de la esperanza.

De esta alianza, la comunidad conyugal-familiar del hombre y de la mujer es la gramática generativa, el “nudo de oro” podríamos decir. La fe se basa en la sabiduría de la creación de Dios: que ha encomendado a la familia no el cuidado de una intimidad fin en sí misma, sino el emocionante proyecto de hacer “doméstico” el mundo.

La familia está precisamente en el inicio, en la base de esta cultura mundial que nos salva, nos salva de tantos tantos ataques, tantas destrucciones, colonizaciones, como la del dinero o de esas colonizaciones ideológicas que amenazan tanto al mundo. La familia es la base para defenderse.

Precisamente de la Palabra bíblica de la creación hemos tomado nuestra inspiración fundamental, en nuestras breves meditaciones de los miércoles sobre la familia. A esta palabra podemos y debemos nuevamente volver con amplitud y profundidad. Es un gran trabajo, el que nos espera, pero también muy entusiasmante. La creación de Dios no es una simple premisa filosófica: ¡es el horizonte universal de la vida y de la fe! No hay un diseño divino diverso de la creación y de su salvación. Es por la salvación de las criaturas --de cada criatura-- que Dios se ha hecho hombre: “por nosotros los hombres y por nuestra salvación”, como dice el Credo. Y Jesús resucitado es “primogénito de toda criatura” (Col1,15).

El mundo creado está encomendado al hombre y a la mujer: lo que sucede entre ellos marca todo. Su rechazo a la bendición de Dios llega inevitablemente a un delirio de omnipotencia que lo estropea todo. Es lo que llamamos “pecado original”. Y todos venimos al mundo en la herencia de esta enfermedad.

A pesar de esto, no estamos maldecidos, ni abandonados a nosotros mismos. ¡La antigua historia del primer amor de Dios por el hombre y la mujer, tenía ya páginas escritas a fuego al respecto! «Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo.» (Gn 3,15a). Son las palabras que Dios dirige a la serpiente engañosa, encantadora. Mediante estas palabras Dios marca a la mujer con una barrera protectora contra el mal, a la que puede recurrir --si quiere-- para cada generación. ¡Quiere decir que la mujer lleva una secreta y especial bendición, para defender su criatura del Maligno! Como la mujer del Apocalipsis, que corre a esconder al hijo del dragón. Y Dios la protege (cfr Ap 12,6).

¡Pensad que profundidad se abre aquí! Existen muchos estereotipos, a veces incluso ofensivos, sobre la mujer tentadora que inspira al mal. ¡Sin embargo hay espacio para un teología de la mujer que esté a la altura de esta bendición de Dios para ella y para la generación!

La misericordiosa protección de Dios en lo relacionado con el hombre y la mujer, en todo caso, nunca le faltará a ambos. ¡No olvidemos esto! El lenguaje simbólico de la Biblia nos dice que antes de alejarles del jardín del Edén, Dios hizo al hombre y a la mujer túnicas de pieles y les visitó (cfr Gn 3, 21). Este gesto de ternura significa que también en las dolorosas consecuencias de nuestro pecado, Dios no quiere que permanezcamos desnudos y abandonados a nuestro destino de pecadores.

Esta ternura divina, este cuidado hacia nosotros, lo vemos encarnado en Jesús de Nazaret, hijo de Dios, “nacido de mujer” (Gal 4,4). Y san Pablo dice: “Cristo murió por nosotros cuando todavía éramos pecadores” (Rm 5,8). Cristo, nacido de mujer, de una mujer, y la caricia de Dios sobre nuestras llagas, nuestros errores, nuestros pecados, pero Dios nos ama como somos y quiere llevarnos adelante con este proyecto. Y la mujer es la más fuerte que lleva adelante este proyecto.

La promesa que Dios hace al hombre y a la mujer, al origen de la historia, incluye a todos los seres humanos, hasta el final de la historia. Si tenemos suficiente fe, las familias de los pueblos de la tierra se reconocerán en esta bendición. De cualquier forma, quien se deja conmover por esta visión, de cualquier pueblo, nación, religión que sea, se ponga en camino con nosotros. Será nuestro hermano y hermana sin hacer proselitismo. Caminamos juntos bajo esta bendición y bajo este fin de Dios de hacernos a todos hermanos en la ida en un mundo que va adelante y nace precisamente de la familia, de la unión del hombre y la mujer.

¡Dios bendiga familias de cada rincón de la tierra! ¡Dios os bendiga a todos!

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Angelus

9/14/2015

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« ¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!

El evangelio de hoy nos presenta a Jesús que en camino hacia Cesarea de Filipo, interroga a los discípulos: “¿Quién dice la gente que soy yo? Estos responden que algunos lo consideran Juan el Bautista resucitado, otros Elias o uno de los grandes profetas. La gente apreciaba a Jesús, lo consideraba un 'enviado de Dios', pero no lograba aún a reconocerlo como el Mesías anunciado y esperado. Y Jesús pregunta nuevamente '¿Y ustedes quién dicen que soy yo?'.

Esta es la pregunta más importante con la cual Jesús se dirige directamente a aquellos que lo han seguido, para verificar la propia fe. Pedro en nombre de todos exclama de manera espontánea: 'Tu eres el Cristo'.

Jesús queda impresionado con la fe de Pedro, reconoce que ésta es fruto de una gracia especial de Dios Padre. Y entonces revela abiertamente a los discípulos lo que le espera en Jerusalén, o sea que 'el Hijo del hombre deberá sufrir mucho... ser asesinado y después de tres días resucitar'.

El mismo Pedro que ha apenas profesado su fe en Jesús como el Mesías, se escandaliza de estas palabras. Llama aparte al Maestro y le reta.

¿Y cómo reacciona Jesús? A su vez le llama la atención a Pedro por ésto, con palabras muy severas. '¡Retírate de mí, Satanás!, --le dice Satanás-- porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres'.

Jesús se da cuenta que en Pedro, como en los otros discípulos --y en cada uno de nosotros-- a la gracia del Padre se opone la tentación del maligno, que quiere distraerlo de la voluntad de Dios.

Anunciando que tendrá que sufrir y ser condenado a muerte para después resucitar, Jesús quiere hacerle entender a quienes los siguen que Él es un Mesías humilde y servidor. Es el Siervo obediente a la voluntad del Padre, hasta el sacrificio completo de la propia vida.

Por esto dirigiéndose a la toda la multitud que allí estaba, declara que quien desea ser su discípulo tiene que aceptar ser siervo, como Él se ha hecho siervo, y advierte: 'Si alguien quiere venir atrás de mi, reniegue a sí mismo, tome su cruz y me siga'.

Ponerse en el camino de Jesús significa tomar la propia cruz --todos la tenemos-- para acompañarlo en su camino, un camino incómodo que no es el del éxito o de la gloria terrenal, sino el que lleva a la verdadera libertad, la libertad del egoísmo, del pecado.

Se trata de operar un neto rechazo de aquella mentalidad mundana que pone el propio yo y los propios intereses en el centro de la existencia. No, esto no es lo que Jesús quiere de nosotros. En cambio nos invita a perder la propia vida por Cristo y el evangelio, para recibirla renovada y auténtica.

Podemos estar seguros, gracias a Jesús, que este camino lleva a la resurrección, a la vida plena y definitiva con Dios. Decidir seguir a nuestro Maestro y Señor que se ha hecho siervo de todos, exige una unión fuerte con Él, escuchar con atención y asiduidad su palabra, --hay que acordarse de leer todos los días un pasaje del evangelio-- y en los sacramentos.

Hay jóvenes aquí en la plaza, yo les pregunto solamente: ¿han sentido el deseo de seguir a Jesús más de cerca? Hay que pensarlo, rezar y dejar que el Señor les hable.

La Virgen María que ha seguido a Jesús hasta el Calvario, nos ayude a purificar siempre nuestra fe de las falsas imágenes de Dios, para adherir plenamente a Cristo y a su evangelio».

El Papa reza el ángelus... y a continuación dice: 

«Queridos hermanos y hermanas, hoy en Sudáfica proclaman beato al Samuel Benedict Daswa, padre de familia, asesinado en 1990 --apenas hace 25 años-- por su fidelidad al evangelio. En su vida demostró siempre gran coherencia, asumiendo con coraje actitudes cristianas y rechazando costumbres mundanas y paganas.

Su testimonio ayude especialmente a las familias a difundir la verdad y la caridad de Cristo. Y su testimonio se une al testimonio de tantos hermanos y hermanas nuestros, jóvenes, ancianos, jovencitos, niños, perseguidos, asesinados, desplazados por confesar a Jesús. A todos estos mártires, a Samuel Benedict Daswa, agradecemos su testimonio y le pedimos que rece por nosotros.

Saludo con cariño a todos los aquí presentes, romanos y peregrinos provenientes de diversos países: familias y grupos parroquiales, asociaciones. Saludo a los fieles de las diócesis de Friburgo, a la asociación 'El árbol de Zaqueo” de Aosta, a los fieles de Corte Franca y Orzinuovi, a la Acción Católica 'Ragazzi di Alpago' y al grupo de motociclistas de Ravenna.

Saludo a los maestros precarios que han venido desde Cerdeña y deseo que los problemas del mundo del trabajo sean enfrentados teniendo concretamente en cuenta la familia y sus exigencias.

¡A todos les deseo una buen domingo. Y por favor no se olviden de rezar por mi !». Y concluyó con: «Buon pranzo e arrivederci!».

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Audiencia

9/10/2015

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Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!

Quisiera hoy detener nuestra atención en el vínculo entre la familia y la comunidad cristiana. Es un vínculo, por así decir, “natural”, porque la Iglesia es una familia espiritual y la familia es una pequeña Iglesia.

La Comunidad cristiana es la casa de aquellos que creen en Jesús como la fuente de la fraternidad entre todos los hombres. La Iglesia camina en medio de los pueblos, en la historia de los hombres y de las mujeres, de los padres y de las madres, de los hijos y de las hijas: esta es la historia que cuenta para el Señor. Los grandes acontecimientos de las potencias mundanas se escriben en los libros de historia, y permanecen allí. Pero la historia de los afectos humanos se escribe directamente en el corazón de Dios; y es la historia que permanece eternamente. Es este el lugar de la vida y de la fe. La familia es el lugar de nuestra iniciación --insustituible, indeleble-- en esta historia. En esta historia de vida plena que terminará en la contemplación de Dios para toda la eternidad en el cielo, pero comienza en la familia y por eso, es tan importante la familia.

El Hijo de Dios aprendió la historia humana por esta vía, y la recorre hasta el final. ¡Es hermoso volver a contemplar a Jesús y los signos de este vínculo! Él nació en una familia y allí “aprendió el mundo”: un taller, cuatro casas, un pueblo. Y sin embargo, viviendo durante treinta años esta experiencia, Jesús asimiló la condición humana, acogiéndola en su comunión con el Padre y en su misma misión apostólica. Después, cuando dejó Nazaret y comenzó la vida pública, Jesús formó en torno a él una comunidad, una “asamblea”, es decir una con-vocación de personas. Este es el significado de la palabra “iglesia”.

En los Evangelios, la asamblea de Jesús tiene la forma de una familia y de una familia acogedora, no de una secta exclusiva, cerrada: nos encontramos con Pedro y Juan, pero también al hambriento y al sediento, al extranjero y al perseguido, a la pecadora y al publicano, a los fariseos y a la multitud. Y Jesús no cesa de acoger y de hablar con todos, también con el que ya no espera encontrar a Dios en su vida. ¡Es una gran lección para la Iglesia! Los discípulos mismos han sido elegidos para cuidar de esta asamblea, de esta familia de huéspedes de Dios. Para que esté viva hoy esta realidad de la asamblea de Jesús, es indispensable reavivar la alianza entre la familia y la comunidad cristiana. Podríamos decir que la familia y la parroquia son dos lugares en donde se realiza esta comunión de amor que encuentra su fuente última en Dios mismo. Una Iglesia de verdad según el Evangelio no puede no tener la forma de una casa acogedora. Con las puertas abiertas siempre. Las iglesias, las parroquias, las instituciones con las puertas cerradas no se deben llamar iglesias, se deben llamar museos.

Hoy, esta es una alianza crucial.  “En contra de los 'centros de poder' ideológicos, financieros y políticos, volvemos a poner nuestras esperanzas no en estos centros de poder, sino en los centros del amor. Nuestra esperanza está en estos centros del amor. Centros evangelizadores, ricos de calor humano, basados en la solidaridad y la participación”, y también en el perdón entre nosotros.

Reforzar el vínculo entre la familia y la comunidad cristiana es hoy indispensable y urgente. Por supuesto, se necesita una fe generosa para encontrar la inteligencia y la valentía para renovar esta alianza. Las familias a veces dan un paso atrás, diciendo que no están a la altura: 'Padre, somos una pobre familia y también un poco destartalada', 'no somos capaces', 'tenemos ya tantos problemas en casa', 'no tenemos la fuerza'. Es verdad. Pero ninguno es digno, ninguno está a la altura, ¡ninguno tiene las fuerzas! Sin la gracia de Dios, no podremos hacer nada. Todo nos es dado gratuitamente. Y el Señor no llega nunca a una nueva familia sin hacer algún milagro. ¡Recordemos lo que hizo en las bodas de Caná! Sí, el Señor, si nos ponemos en sus manos, nos hace hacer milagros. Milagros de todos los días cuando está el Señor en esa familia.

Naturalmente, también la comunidad cristiana debe hacer su parte. Por ejemplo, tratar de superar actitudes demasiado directivas y demasiado funcionales, favoreciendo el diálogo interpersonal y el conocimiento y la estima recíproca. Las familias tomen la iniciativa y sientan la responsabilidad de llevar los propios dones preciosos para la comunidad. Todos debemos ser conscientes de que la fe cristiana se juega en el campo abierto de la vida compartida con todos, la familia y la parroquia deben cumplir el milagro de una vida más comunitaria para toda la sociedad.

Naturalmente, anche la comunità cristiana deve fare la sua parte. Ad esempio, cercare di superare atteggiamenti troppo direttivi e troppo funzionali, favorendo il dialogo interpersonale e la conoscenza e la stima reciproca. Le famiglie prendano l’iniziativa e sentano la responsabilità di portare i loro doni preziosi per la comunità. Tutti dobbiamo essere consapevoli che la fede cristiana si gioca sul campo aperto della vita condivisa con tutti, la famiglia e la parrocchia debbono compiere il miracolo di una vita più comunitaria per l’intera società. 

En Caná, estaba la Madre de Jesús, la “madre del buen consejo”. Escuchemos nosotros también sus palabras: 'Hagan todo lo que él les diga'. Queridas familias, queridas comunidades parroquiales, dejémonos inspirar por esta Madre, hagamos todo lo que Jesús nos diga, y nos encontraremos ante el milagro, el milagro de cada día. Gracias.



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