Esta es una de las veces que Jesús resucitado se aparece a los apóstoles en el período de cuarenta días antes de la Ascensión. Todavía no tienen claro qué deben hacer, y Jesús no les da ninguna indicación. Por eso algunos vuelven a su oficio de pescadores, con Pedro a la cabeza, ya reconocido como guía del grupo.
Jesús aprovecha el fracaso en la faena para darles --y darnos--, una grande y decisiva lección, que les había dado ya de palabra: “Quien está unido a mí, produce mucho fruto; pero sin mí no pueden hacer nada”.
La unión entre los miembros de la Iglesia en torno a Pedro, es indispensable; pero solamente la presencia del Resucitado y la unión vital con él, produce frutos de vida eterna.
Cuando falta esta unión amorosa con Jesús resucitado presente, la catequesis, la predicación y la evangelización no llevan al encuentro con Cristo, sino más bien lleva al alejamiento de Él. ¡Tremenda responsabilidad!
Jesús les había preparado algo para desayunar; pero pide a los discípulos la colaboración humana con su obra divina de la salvación. ¡Gran honor y noble responsabilidad que nos alcanza a todos!
La acogida de Jesús resucitado presente y actuante es absolutamente indispensable para que sea fecunda la vida y la misión de los discípulos. Sin unión afectiva y efectiva con él es inevitable el fracaso evangelizador.
Solo Él puede dar fuerza salvífica a nuestra vida y obras. Nosotros solos no podemos salvar a nadie; pero Él nos pide colaboración para salvarnos y salvar a muchos otros.
Otra grande y decisiva lección se la da Jesús a Pedro, que se fía demasiado de sus fuerzas, de su saber y de su lealtad a Cristo: le da a entender que solo quien ama a Jesús con humildad, puede ser constituido guía de sus hermanos para enseñarles a amar y a ser humildes seguidores del Maestro.
Necesitamos mentalizarnos a fondo de que la eficacia salvífica de toda obra evangelizadora, catequística, pastoral o misionera, solo puede darse si es fruto de la unión y del amor real a Jesús y a los hombres, por quienes él se encarnó, trabajó, murió, resucitó y subió al cielo