Así lo explicó este domingo al dirigirse a los miles de peregrinos congregados en la residencia pontificia de Castel Gandolfo al comentar el pasaje evangélico de la liturgia de este domingo (Mateo 18,15-20), en el que el mismo Jesús explica cómo corregir al hermano en la comunidad cristiana.
“El amor fraterno comporta también un sentido de responsabilidad recíproca, por lo que, si mi hermano comete una culpa contra mí, yo debo ser caritativo con él y, ante todo, hablarle personalmente, haciéndole presente que lo que ha dicho o hecho no es bueno”, comenzó explicando el pontífice en un mediodía de húmedo calor.
“Este modo de actuar se llama corrección fraterna --aclaró--: no es una reacción a la ofensa sufrida, sino que surge del amor por el hermano”.
De hecho, citando a uno de sus autores preferidos, san Agustín de Hipona, afirmó que “aquel que te ha ofendido, al ofenderte, se ha inferido a sí mismo una grave herida, y tú ¿no te preocupas por la herida de un hermano tuyo? ... Tú debes olvidar la ofensa que has recibido, no la herida de tu hermano”.
A continuación el pontífice pareció responder a la pregunta que aparecía en el rostro de los peregrinos al escuchar sus palabras: “¿Y si el hermano no me escucha?”.
El pontífice ilustró los pasos que presenta Jesús en el Evangelio: “primero hay que volver a hablarle con otras dos o tres personas, para ayudarle a darse cuenta de lo que ha hecho; si a pesar de esto rechaza aún la observación, es necesario decirlo a la comunidad; y si no escucha ni siquiera a la comunidad, hay que hacerle percibir la separación que él mismo ha provocado, separándose de la comunión de la Iglesia”.
La corrección fraterna, subrayó Benedicto XVI, se explica porque “hay una corresponsabilidad en el camino de la vida cristiana: cada uno, consciente de sus propios límites y defectos, está llamado a recibir la corrección fraterna y a ayudar a los demás con este servicio particular”.
Otro fruto de la caridad en la comunidad es la oración concorde, siguió diciendo al continuar comentando el Evangelio: “Donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”.
“La oración personal ciertamente es importante, es más, indispensable, pero el Señor asegura su presencia a la comunidad que --aunque sea muy pequeña-- está unida y unánime, porque refleja la realidad misma de Dios Uno y Trino, perfecta comunión de amor”, indicó.
Por este motivo, el obispo de Roma concluyó con su consejo para los peregrinos: “debemos ejercitarnos tanto en la corrección fraterna, que requiere mucha humildad y sencillez de corazón, como en la oración, para que se eleve a Dios a partir de una comunidad verdaderamente unida en Cristo”.