Desde la ventana de su estudio, el Pontífice quiso introducir la oración mariana del Ángelus meditando sobre el evangelio del día, en que Cristo define a sus discípulos como la “sal de la tierra” y la “luz del mundo”.
La sal, en la cultura medioriental, explicó el Papa, “evoca diversos valores como la alianza, la solidaridad, la vida y la sabiduría”, mientras que la luz “es la primera obra de Dios Creador y es fuente de la vida”.
Mediante estas imágenes llenas de significado, añadió, Jesús quería transmitir a los discípulos “el sentido de su misión y de su testimonio”.
“La sabiduría resume en sí los efectos beneficiosos de la sal y de la luz: de hecho, los discípulos del Señor son llamados a dar nuevo 'sabor' al mundo, y a preservarlo de la corrupción, con la sabiduría de Dios, que resplandece plenamente sobre el rostro del Hijo”.
Unidos a Él, concluyó, los cristianos “pueden difundir en medio de las tinieblas de la indiferencia y del egoísmo la luz del amor de Dios, verdadera sabiduría que da significado a la existencia y a la actuación de los hombres”.
Al saludar a los peregrinos españoles, invitó a los presentes a “ser reflejo del amor de Dios mediante las buenas obras, y a ser así luz del mundo y sal de la tierra, que inspire en todos el horizonte de la verdadera razón de su existencia y la esperanza suprema que Cristo ha traído a la tierra”.