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El mundo necesita nuevos evangelizadores, afirma el Papa

11/27/2011

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CIUDAD DEL VATICANO, (ZENIT).- Miles de personas en fiesta acogieron este sábado al Papa Benedicto XVI en al Aula Pablo VI con motivo del primer encuentro promovido por el Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización, con el tema Nuevos evangelizadores para la nueva evangelización. La Palabra de Dios crece y se multiplica (Hch 12,24).

Tras una sesión matutina de trabajos en el Aula nueva del Sínodo, los responsables de las realidades eclesiales para la nueva evangelización se reunieron en la gran Aula del Vaticano desde las cuatro de la tarde.

Allí fueron saludados por el presidente del dicasterio organizador, el arzobispo Rino Fisichella, y escucharon algunos testimonios de nueva evangelización, la presentación del proyecto Aleteia y un concierto del tenor Andrea Bocelli.

A las 18,30h, el Papa entró en la sala en medio de la ovación de los presentes, que coreaban su nombre y agitaban banderas y pañoletas de las comunidades de pertenencia.

El Pontífice, visiblemente contento, se dirigió a todos los que están comprometidos “en la no fácil tarea de la nueva evangelización”.

Destacó que el tema escogido para el encuentro proviene de la afirmación del evangelista Lucas en los Hechos de los Apóstoles “la Palabra de Dios crecía y se multiplicaba”.

“Vosotros habéis modificado el tiempo de los dos verbos para evidenciar un aspecto importante de la fe: la certeza consciente de que la Palabra de Dios está siempre viva, en todos los momentos de la historia, hasta nuestros días, porque la Iglesia la actualiza a través de su fiel transmisión, la celebración de los Sacramentos y el testimonio de los creyentes”, afirmó.

“Por esto nuestra historia está en continuidad con la de la primera Comunidad Cristiana, vive del mismo espíritu”, añadió.

Como entonces, continuó explicando, también hoy la Palabra de Dios “puede encontrar cierre y rechazo, modos de pensar y de vivir que están lejos de la búsqueda de Dios y de la verdad”.

“El hombre contemporáneo está, a menudo, confuso y no consigue encontrar respuestas a tantas preguntas que agitan su mente con respecto al sentido de la vida y a las cuestiones que alberga en lo profundo de su corazón”, constató.

Sin embargo, prosiguió, “no puede eludir estas preguntas que afectan al significado de sí mismo y de la realidad, ¡no puede vivir en una sola dimensión!”.

“No por casualidad, es alejado de la búsqueda de lo esencial de la vida, mientras que se le propone una felicidad efímera, que lo contenta sólo un instante, pero que deja, enseguida, tristeza e insatisfacción”, indicó.

Tres motivos

“Sin embargo, a pesar esta condición del hombre contemporáneo, podemos todavía afirmar con certeza, como en los comienzos del cristianismo, que la Palabra de Dios continúa creciendo y difundiéndose”, reconoció. “¿Por qué? Querría destacar, al menos, tres motivos”, dijo.

En primer lugar, explicó, “la fuerza de la Palabra no depende, en primer lugar, de nuestra acción, de nuestros medios, de nuestro “hacer”, sino de Dios, que esconde su poder bajo los signos de la debilidad”.

“El segundo motivo es que la semilla de la Palabra, como narra la parábola evangélica del Sembrador, cae también hoy en un terreno bueno que la acoge y produce fruto -continuó-. Y los nuevos evangelizadores son parte de este campo que permite al Evangelio crecer en abundancia y transformar la propia vida y la de los demás”.

“El tercer motivo es que el anuncio del Evangelio ha llegado efectivamente a los confines del mundo e, incluso en medio de la indiferencia, incomprensión y persecución, muchos continúan, aún hoy, con valentía, abriendo el corazón y la mente para acoger la invitación de Cristo a encontrarlo y convertirse en sus discípulos -añadió-. No hacen ruido, pero son como el grano de mostaza”.

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En todo ello, el Pontífice ve por una parte un “consuelo y esperanza porque muestra el incesante fermento misionero que anima la Iglesia” y por otra “debe colmar a todos de un renovado sentido de responsabilidad con la Palabra de Dios y la difusión del Evangelio”.

En ese sentido, el Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización, instituido por Benedicto XVI en septiembre de 2010, “es un instrumento precioso para identificar las grandes cuestiones que se mueven en los diversos sectores de la sociedad y de la cultura contemporánea”.

Ese dicasterio, añadió, “está llamado a ofrecer una ayuda particular a la Iglesia en su misión y sobre todo en aquellos países de antigua tradición cristiana que parecen ser indiferentes, si no hostiles a la Palabra de Dios”.

“El mundo de hoy necesita personas que anuncien y testifiquen que Cristo nos enseña el arte de vivir, el camino de la verdadera felicidad, porque es Él mismo el camino de la vida; personas que miran, antes que nada, fijamente a Jesús, el Hijo de Dios -dijo-: la palabra del anuncio debe estar inmersa en una relación intensa con Él, en un intensa vida de oración”.

Y prosiguió: “El mundo de hoy necesita personas que hablen aDios, para poder hablar de Dios. Y debemos también recordar que Jesús no ha redimido al mundo con palabras bellas o medios vistosos, sino con el sufrimiento y la muerte”.

“La ley del grano de trigo que muere en la tierra sirve hoy también -advirtió-; no podemos dar vida a los demás, sin dar nuestra vida”.

“Estoy convencido de que los nuevos evangelizadores se multiplicarán cada vez más para dar vida a una verdadera transformación de la que el mundo actual tiene necesidad -añadió-. Sólo a través de los hombres y de las mujeres impregnadas de la presencia de Dios, la Palabra de Dios continuará su camino en el mundo llevando sus frutos”.

El Papa recordó a los presentes que “ser evangelizadores no es un privilegio, sino un compromiso que viene de la fe” y les pidió “que os dejéis impregnar de la gracia de Dios y que correspondáis dócilmente a la acción del Espíritu del Resucitado”.

“Sed signos de esperanza, capaces de mirar al futuro con la seguridad que proviene del Señor Jesús, que ha vencido a la muerte y nos ha dado vida eterna -les exhortó-. Comunicad a todos la alegría de la fe con el entusiasmo que proviene del estar movidos por el Espíritu Santo, porque Él hace nuevas todas las cosas”.


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