“Hemos declarado –señala el Pontífice– nuestro deber de actuar con severidad extrema contra los sacerdotes que traicionan su misión; y con la jerarquía, obispos o cardenales, que los protejan como ha sucedido en pasado”. En el prólogo dado a conocer hoy, el Papa define estos pecados como “un sacrificio diabólico”.
Francisco señala que el libro es “un testimonio necesario, valioso y valiente” y añade: “Agradezco a Daniel porque testimonios como el suyo derriban los muros de silencio que sofocaban los escándalos y sufrimientos, hacen luz sobre una zona terrible de sombra en la vida de la Iglesia”.
“¿Cómo un cura, al servicio de Cristo y de su Iglesia puede llegar a causar tanto mal?”, se pregunta el Santo Padre, que define estos hechos como “monstruosidad absoluta y un horrendo pecado”. Y añade: “¿Cómo puede haber consagrado su vida para conducir los niños a Dios y sin embargo los devora en lo que he definido un sacrificio diabólico?”.
“Si alguien escandaliza –dice el Papa citando el evangelio de Mateo– a uno de estos pequeños que creen en mí, sería preferible para él que le ataran al cuello una piedra de molino y lo hundieran en el fondo del mar”.
Francisco señala que “algunas víctimas llegaron a suicidarse”, y que “estos muertos pesan en mi corazón, en mi conciencia y en la de toda la Iglesia”, por lo que pide “humildemente perdón a todas las familias afectadas”.
Un libro, escribe, que “abre el camino a una justa reparación hacia la gracia de la reconciliación y ayuda a los pederastas a tomar consciencia de las terribles consecuencias de sus acciones”.