Fue el mensaje que dejó a los peregrinos que llenaban el patio de la residencia pontificia de Castel Gandolfo, a mediodía de este domingo, para rezar con él la oración mariana del Ángelus, y escuchar sus palabras de comentario al Evangelio de este domingo, en el que Jesús presenta tres "parábolas de la misericordia" de Dios (capítulo XV de san Lucas).
Cuando "habla del pastor que va tras la oveja descarriada, de la mujer que busca el dracma, del padre que sale al encuentro del hijo pródigo y lo abraza, no se trata sólo de meras palabras, sino que es la explicación de su propio ser y actuar", reconoció el pontífice, recogiendo literalmente uno de los temas centrales de su pontificado, el amor de Dios, que expuso en el capítulo 12 de su primera encíclica, Deus caritas est.
"De hecho, el pastor que vuelve a encontrar la oveja perdida es el mismo Señor que carga a hombros, con la Cruz, a la humanidad pecadora para redimirla", afirmó y lo mismo sucede con el Hijo pródigo.
"Queridos amigos, ¿cómo no abrir nuestro corazón a la certeza de que, aunque seamos pecadores, somos amados por Dios?", se preguntó el Papa.
Y respondió: "No se cansa nunca de salir a nuestro paso, de ser el primero en recorrer el camino que nos separa de Él".
Las palabras del Papa fueron una invitación a la confianza, pues como mostró Moisés en el Éxodo, "con una súplica confiada y audaz, logró, por así decir, cambiar a Dios del trono del juicio al trono de la misericordia".
"El arrepentimiento es la medida de la fe y gracias a él se regresa a la Verdad".
Por eso, concluyó al desvelar el secreto del cristiano, "sólo la fe puede transformar el egoísmo en alegría y volver a entretejer las relaciones adecuadas con el prójimo y con Dios".