Este era precisamente el caso de Zaqueo, el jefe de los publicanos de Jericó, importante ciudad en el río Jordán, despreciado por sus compatriotas judíos por su falta de honestidad, quien al recibir la visita de Jesús en su ciudad le recibió en su casa.
Sabiendo que la gente criticaría su decisión de visitar la casa de un "pecador público", Jesús "quiso arriesgar y ganó la apuesta", aseguró el Papa. "Zaqueo, profundamente impresionado por la visita de Jesús, decide cambiar de vida, y promete restituir el cuádruple de lo que ha robado".
"Jesucristo, encarnación de Dios, ha demostrado esta inmensa misericordia, que no le quita nada a la gravedad del pecado, sino que busca siempre salvar al pecador, ofrecerle la posibilidad de rescate, de volver a comenzar, de convertirse", añadió el Papa, quien recordó que en otro pasaje del Evangelio, Jesús afirma que es muy difícil para un rico entrar en el Reino de los cielos.
El Papa concluyó la meditación sobre el Evangelio, que normalmente ofrece a los peregrinos todos los domingos a mediodía, reconociendo que "¡Zaqueo acogió Jesús y convirtió, pues Jesús había sido el primero en acogerle!"
"No le había condenado, sino que le había respondido a su deseo de salvación". Por eso invitó a rezar para recibir la gracia de experimentar "la alegría de recibir la visita del Hijo de Dios, de quedar renovados por su amor, y transmitir a los demás su misericordia".
Dirigiéndose luego a los peregrinos latinoamericanos y españoles, el Papa añadió en su idioma: "Delante de Dios no hay nadie demasiado pequeño. Todos podemos acoger al Señor en nuestras vidas y dejarnos transformar por él".