En un comunicado recibido en la redacción de ZENIT, la FIAMC lamentó el “enorme coste” de este proceso utilizado para concebir: “el debilitamiento de la dignidad de la persona humana”.
“Muchos millones de embriones han sido creados y descartados durante el proceso de FIV”, recordaron los médicos católicos.
“No se trató sólo de esos seres humanos utilizados como conejillos de indias destinados a la destrucción, especialmente en las etapas más tempranas, sino que este uso ha llevado a una cultura donde son vistos como productos básicos, en lugar de como los individuos humanos preciosos que son”, añadieron.
“A pesar de que la FIV ha llevado alegría a muchas parejas que han concebido a través de este proceso, esto ha tenido un coste enorme”, señaló la FIAMC.
“Como católicos -indica el comunicado- creemos en la dignidad absoluta de la persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios”.
“Esa dignidad existe desde el primer momento de la concepción del nuevo ser humano y permanece con él hasta su muerte natural”, recordó la FIAMC.
“Como médicos católicos, nos damos cuenta del sufrimiento que la infertilidad lleva a una pareja”, indica el texto.
“Pero al mismo tiempo, creemos que la investigación y los métodos de tratamiento necesarios para resolver los problemas de infertilidad tienen que aplicarse en un marco ético que respete la dignidad especial del embrión humano, que no es diferente a la de un adulto maduro con una mente brillante”.
Para la FIAMC, “la historia de nuestra salvación por Jesucristo nos muestra que la humanidad sufre cuando olvida o pasa por alto el hecho de que Dios es nuestro creador y nosotros somos sus criaturas”.
El comunicado concluye recordando que “sólo podemos ser plenamente humanos cuando vivimos de acuerdo con la voluntad de Dios respetando la dignidad especial concedida a todos los seres humanos”.
Tras el anuncio de la concesión del Premio Nobel de Medicina a Edwards, el presidente de la Academia Pontificia para la Vida, monseñor Ignacio Carrasco de Paula, también constató las perplejidades que ha suscitado esta decisión.
A título personal, monseñor Carrasco de Paula declaró que “Edwards inauguró una casa pero abrió la puerta equivocada, pues apostó todo en la fecundación in vitro y permitió implícitamente el recurso a donaciones y compra-ventas que involucran a seres humanos”.
“De este modo -dijo- no ha modificado el marco patológico ni el marco epidemiológico de la infertilidad.
Y añadió: “Sin Edwards no habría congeladores llenos de embriones en espera de ser transferidos a un útero o, más probablemente, de ser utilizados para la investigación o de morir abandonados y olvidados por todos” (Cf. ZENIT 4 de octubre de 2010).