Las noticias no concuerdan, pero el Jakarta Globe (23 de abril) habla de siete bombas, cinco llamadas "pipe bombs" y dos mochilas bomba. Estaban enterradas en un descampado al lado de la Christ Cathedral Church en Serpong, en la zona de Tangerang, un suburbio al sudoeste de la capital. Los explosivos fueron desactivados por los artificieros del cuerpo especial "Degana", y las autoridades indonesias no tienen ninguna duda sobre el objetivo del atentado fallido. Era la iglesia católica, y las bombas debían ser detonadas con ocasión de las celebraciones del Viernes Santo.
Para que tuviesen un efecto todavía más devastador, las bombas estaban escondidas bajo un conducto de gas. Este habría estallado a su vez, provocando un infierno de llamas, que según las intenciones de los terroristas habría terminado con el lugar de culto, el cual puede albergar -como explicó el jefe de la policía nacional indonesia, Timur Pradopo (Associated Press, 21 de abril) a unos 3.000 fieles.
Después de descubrir los explosivos, las autoridades indonesias elevaron el estado de alerta antiterrorista a su máximo nivel, para proteger a los cristianos durante el Triduo Santo y la Pascua. “Desde esta noche y hasta el día de Pascua, el ejército y la policía estarán en estado de máxima alerta”, anunció el pasado jueves el ministro que coordina los Asuntos Políticos, Legales y de Seguridad, Djoko Suyanto (Jakarta Globe, 21 de abril). La policía de Yakarta desplegaron más de 2.000 agentes para garantizar la seguridad de las iglesias y de los fieles. “Para que nuestros hermanos cristianos puedan celebrar solemnemente este periodo de Pascua”, explicó el jefe de la policía Pradopo.
Actualmente Indonesia está sufriendo un aumento de las actividades terroristas. Como han afirmado los responsables de la seguridad, entre los que destaca el director del departamento antiterrorista, Ansyaad Mbai, los arrestos llevado a cabo el pasado 21 de abril, están relacionados con los misteriosos libros-bomba enviados a mitades de marzo a cuatro personajes de renombre en la sociedad indonesia, entre los que está el general Gories Mere, ex director de los servicios de antiterrorismo indonesios y actual responsable de la agencia antidroga de Yakarta (BNN en acrónimo indonesio), y el músico Ahmad Dhani.
Los otros dos destinatarios eran Yapto Suryosumarno, jefe del Pancasila Youth Movement, y Ulil Abshar Abdalla, presidente del Liberal Islam Network(Jaringan Islam Liberal o JIL), ambos famosos promotores de un islam más abierto y liberal. El título del “libro” (por llamarlo de alguna manera), enviado a Ulil era muy elocuente: “Deben ser ejecutados por sus pecados contra el islam y los musulmanes” (cfr. ZENIT, 18 marzo 2011).
Importante en el creciente ambiente de inseguridad fue el atentado suicida, sucedido el viernes 15 de abril, en la mezquita de un cuartel de la policía en la ciudad portuaria de Cirebon, en la provincia de Java Occidental. Un hombre de treinta y un años de edad, Mohammed Syarif, se inmoló durante la oración, hiriendo y asesinando a 30 personas, la mayoría de ellas policías. Fue – como recuerdan las fuentes – el primer ataque suicida en el interior de una mezquita en el país con más población musulmana del mundo, detalle a tener en cuenta.
Las autoridades indonesias temen, de hecho, que los terroristas hayan cambiado de estrategia y tomen como objetivos los grandes centros urbanos del archipiélago, en particular Yakarta, como declaró el director Mbai. En términos de objetivos potenciales, la capital es el “número uno”, afirmó, añadiendo que las demás ciudades son “objetivos potenciales” (The Jakarta Post, 21 de abril). El que quiere realizar un atentado no lo hará en las zonas rurales porque ninguno se enterará, explicó Mbai. Lo que buscan los terroristas es la atención.
Con la táctica de los correos bomba y los ataques a las minorías -la cristiana y también la “secta” musulmana de los Ahmaddiya-, los grupos radicales intentan sobre todo, imponer su agenda islámica al Gobierno, afirmó el jefe de los servicios antiterroristas en una entrevista con la agencia Reuters (30 de marzo). Según Mbai, los grupos islámicos que hasta ahora no se habían unido a los actos terroristas, se están uniendo a esta red, porque están de acuerdo en algunos temas. El Islamic Defenders Front (FPI) ha amenazado, por ejemplo, con comenzar una revolución si Yakarta no prohíbe los Ahmaddiya considerados “apóstatas” y “herejes”. “El terrorismo es política. El motivo es político”, dijo Mbai, para él que prohibir la minoría de los Ahmaddiya sería una derrota.
El jefe del antiterrorismo indonesio no excluye que, detrás de la nueva ola de atentados, esté la mano del controvertido clérigo musulmán, Abu Bakar Ba'asyir, actualmente procesado. “Hemos encontrado similitudes entre los ataques recientes y los precedentes organizados por el grupo de Abu Bakar Ba'asyir”, dijo Mbai. EL objetivo del clérigo, conocido como el jefe espiritual de la red terrorista de la Jemaah Islamiyah (JI), es la creación de un estado islámico o “califato” que comprenda todas las regiones de mayoría musulmana del sudeste asiático, incluyendo el sur de Filipinas y las provincias meridionales de Tailandia. Aunque las autoridades indonesias están convencidas de haber desmantelado la red de la JI, todo parece indicar que sus miembros han transmitido sus técnicas a una nueva generación de “reclutas”.En un informe publicado el pasado martes 19 de abril, el International Crisis Group (ICG), comparte los temores de Yakarta sobre el cambio estratégico efectuado por el terrorismo “made in Indonesia”. Según el organismo con sede en Bruselas (Bélgica), esto no significa que los grupos radicales dejarán de atacar los objetivos extranjeros en Indonesia, país que se ha convertido en la economía más importante del sudeste asiático y que atrae a un gran número de inversores extranjeros.
Una cosa parece clara. Aunque si los últimos terroristas han actuado en solitario, como Mohammed Syarif (considerado “un lobo solitario”), o en pequeños grupos, como los militantes arrestados el pasado jueves 21 de abril, no excluyen, sin embargo, llevar acabo golpes importantes, como indica el atentado proyectado contra la comunidad católica de Serpong, que afortunadamente falló. Y que el atentado suicida contra la mezquita de Cirebon haya concluido con un muerto, es sólo un hecho fortuito, debido al mal funcionamiento del cinturón de explosivos que llevaba el terrorista.
También son preocupantes otras noticias. La policía efectuó el pasado viernes 22 de abril, otro arresto -el número veinte- vinculado al atentado fallido de Serpong. Terminó con las esposas puestas un cámara de la importante Global TV, Imam Firdaus. El hombre debía filmar la masacre y transmitir las imágenes en directo. Pero esto no termina aquí. Para la policía fue un “shock” - afirma el Jakarta Globe (23 de abril), el descubrimiento del presunto “cerebro” del atentado y de los libros-bomba, Pepi Fernando, de 31 años de edad, marido de una empleada del servicio de relaciones públicas de la agencia nacional antidroga. Esto explica el motivo de que uno de los cuatro destinatarios fuera el propio director de la agencia, el general Gories Mere.
Por Paul De Maeyer. Traducción del italiano por Carmen Álvarez